GILLIGAN, Vince. Breaking Bad. Estados Unidos: AMC, 2008-2013.

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La primera vez que vemos a Heisenberg, el alter-ego de Walter White en la serie estadounidense Breaking Bad, es a través de un espejo. Después de que un diagnóstico de cáncer de pulmón lo motiva a aliarse con un ex-alumno para fabricar y vender metanfetamina, Walt decide convertirse en alguien más para poder asimilar y burlar las consecuencias de sus propias acciones; de ahí la raíz de su personalidad alterna, esa imagen nueva en el espejo. El hombre calvo de mirada fija y gesto firme que nos ve del otro lado no es el afable profesor de química que nos presentan en el primer episodio de la serie. Heisenberg es capaz de fabricar la metanfetamina más pura en el mercado, hacerse de un nombre entre los traficantes de drogas más poderosos del sureste de Estados Unidos, crear la red de narcotráfico más grande de la región y burlar a la policía al mismo tiempo; Walter White no. Es por eso que Walt se separa de su identidad previa y mantiene esta personalidad alterna, Heisenberg, por tanto tiempo. Los deseos de poder, su egocentrismo y, sobretodo, sus mentiras envuelven a Walt al grado que Heisenberg pasa de ser una imagen en el espejo a una realidad.

             La relación entre los dos polos de la personalidad de Walter White se vuelve un recurso temático a lo largo de la serie que se proyecta en otros personajes y en la estructura del programa. Por ejemplo, este frágil balance entre la luz y la oscuridad del protagonista de Breaking Bad se refracta en la dualidad inherente a cada personaje. Jesse, el cómplice y ex-alumno de Walt, oscila entre ser un adicto a la metanfetamina, impulsivo y poco confiable, a ser la única voz de la razón y la ética de Walt, en un esfuerzo por construir y proteger a una familia que lo acepte. Hank, cuñado de Walt, se nos presenta primero como el agente de la DEA, burlón y un poco engreído, que se preocupa por sus más allegados para revelarse después como el detective astuto pero, sobretodo, obsesionado con atrapar a su “ballena blanca”, Heisenberg, bajo cualquier costo. También tenemos al emblemático Gustavo Fring, un poderoso traficante de metanfetamina y principal patrocinador y distribuidor del producto de Walt cuya identidad de “día”, un tranquilo y generoso administrador de una cadena de restaurantes de comida rápida, lo hace pasar desapercibido por los demás. Incluso Skyler, la esposa de Walt, que en un inicio era su principal freno y obstáculo para sus planes, se vuelve cómplice y aliada de Heisenberg al ocultar y lavar el dinero de sus operaciones ilegales.

            Estas dualidades que sirven como espejo del “rompimiento” en dos de la personalidad de Walt también permean ciertos motivos de Breaking Bad, como los ademanes y expresiones que él adquiere e imita de cada una de las personas que asesina. Pero entre los más interesantes a destacar se encuentra la relación de Walter White con el poeta Walt Whitman. Ambos no sólo comparten iniciales, también son “artistas” que recrean y moldean el paisaje que los vio nacer. Leaves Of Grass (1855), de Whitman, marcó una nueva tendencia en la cultura estadounidense al crear un imaginario poético de riqueza y abundancia que se revela e inspira en el paisaje estadounidense y en la época de su publicación. Walter White también marca tendencia en el paisaje desértico de Nuevo México, Estados Unidos, donde nace Heisenberg, a través de su metanfetamina azul, considerada por él y sus consumidores un arte (lo cual incluso menciona en la tercera temporada, donde también hace otra referencia a Whitman y su poema “When I heard the learn’d astronomer”). Walter, a través de su producción de metanfetamina, revela el lado más árido y oscuro de todo y todos los que entran en contacto con él, pero bajo el mismo ideal whitmaniano de generar y reflejar mediante su obra la posibilidad de “abundancia” y  “riqueza” dentro de un espacio norteamericano. Ambos muestran el polo contrario de un mismo impulso, la dualidad de una misma imagen e idea de lo que puede ser Estados Unidos. Cuando Hank descubre que Heisenberg es Walter, gracias a una dedicatoria en el libro de Whitman, el juego de espejos de la serie es tanto irónico como impredecible.

              Walt es un reflejo “roto” de todo lo que le rodea y todo lo que ello esconde a simple vista. Como el cáncer que lo aqueja, las consecuencias de las acciones de Walt se esparcen rápida e indistintamente. La realidad que emerge de sus decisiones descubre las profundidades humanas que yacen más allá de lo visible. En el final de la serie, cuando un Heisenberg derrotado regresa por última vez al desierto de Nuevo México, la imagen que vemos de Walt en el espejo está fracturada en varias piezas. Debajo de esa mirada desconcertante que parece no reconocerse, ni nosotros a ella, se encuentra la conclusión de la transformación del personaje y esas profundidades ocultas dentro de lo humano, esa posibilidad que siempre está presente y al acecho: un abismo personal e incomprensible, sin ética ni lógica, que da lugar a las atrocidades y a la crueldad más fría nacida del egoísmo y de nuestros aspectos humanos más destructivos. Cuando Walter White se mira al espejo en Breaking Bad, esta realidad se abre ante nosotros y se vuelve el motor de la trágica historia del personaje. Pero también nos deja un recordatorio: nuestra imagen es apenas la superficie de lo que podemos ser y percibir dentro de nosotros mismos. Lo que sea que se vuelva esa imagen,  la decisión siempre estará del otro lado del espejo.

Flavio Juárez Mendoza