SCORSESE, Martin (dir.). Goodfellas. Estados Unidos: Warner Bros Pictures, 1990.    

Goodfellas_movie_image

Una de las escenas más representativas de esta película de 1990, dirigida por Martin Scorsese, es el plano secuencia en el cual Henry Hill (Ray Liotta) lleva a Karen (Lorraine Bracco), su futura esposa, por la puerta trasera del Copacabana. Mientras seguimos al mafioso de nueva Jersey y a su pareja por los pasillos del lugar, atravesamos junto con ellos la vida de decenas de personas, ocupadas en sus tareas, atentas a sus conversaciones o deseosas de otro trago. Ensimismadas en sus propias historias personales, varias vidas se entrelazan y relacionan de manera momentánea y sin cortes con las de esta pareja joven, quienes, durante su travesía, observan, saludan e interactúan con estos individuos. La expresión de Karen, sentada en la primera fila del lugar al final del recorrido, es una mezcla de curiosidad, fascinación y perplejidad, que también podría ser un reflejo de la manera en que esta historia se desenvuelve a través de la mirada del espectador.

        Si bien la historia de Goodfellas (1990) no es ambigua sí es impredecible, pues, contrario a otras películas de crimen, el núcleo del filme no es un cuestionamiento moral o una lucha entre dos bandos claramente definidos en buenos y malos. La línea con la que Hill empieza la narración de la película refleja esta idea con una mezcla de descaro  irreverencia, y honestidad: “As long as I can remember I always wanted to be a gangster.” Aun cuando esa línea enuncia una perspectiva moral de parte de Hill, su importancia recae en que logra resumir el eje estructural de la historia: sus personajes y motivaciones personales. Goodfellas destaca por la manera en que representa a las personas como seres que se definen no sólo por sus acciones o creencias: sus deseos y aspiraciones, así como sus defectos e impulsos, también tienen lugar en pantalla. De esta manera, como espectadores, los acompañamos en un viaje íntimo dentro un mundo criminal que sorprende y, en varias ocasiones, nos rebasa, pero que a su vez no deja de intrigarnos.

       Las diferentes relaciones que se trazan entre personajes es lo que desarrolla y estructura la película. Por eso James Conway (Robert De Niro) y Tommy Devito (Joe Pesci) son presencias en pantalla memorables, a pesar de su crueldad. La interpretación de De Niro y de Pesci cautivan por su vulnerabilidad y desapego humano: a la vez que podemos identificarnos con su necesidad de admiración, nos extrañan sus reacciones sangrientas. Pero siempre que aparecen atrapan la atención del espectador, pues, como nuestras propias perspectivas personales que se desenvuelven de maneras impredecibles ante nosotros, sus desarrollos, evoluciones y resoluciones en el filme no son estáticas ni evidentes.

        Goodfellas explora la mafia en Nueva Jersey no como un fenómeno que pueda ser explicado fácil y claramente. En vez de eso, reúne a las distintas personalidades que le dieron forma a dicho escenario criminal y deja que la acción se desarrolle. El resultado es una paleta de distintos matices emocionales y diversas series de acciones que componen lo humano y que crean diversas historias de vida tan familiares como particulares; tan simples como intrincadas; tan personales como colectivas. Al final del filme, estos personajes, además de ser criminales, son humanos que tratan de contar y hallar sentido a su propia historia y a su entorno.

Flavio Juárez Mendoza