El género de la novela rosa es el más vendido en los EE.UU., país que exporta este producto cultural a todo el mundo. Harlequin Ibérica, filial española de Harlequin, en su página web oficial indica orgullosamente que en el año 2014 la empresa vendió más de 160 millones de ejemplares en alrededor de 100 países, traducidos a 23 idiomas. Si consideramos que ésta no es la única editorial que publica novelas rosas y que con frecuencia las autoras mismas se encargan de publicar y difundir su propia obra o que también se produce en otras latitudes y difunde en otros formatos como el libro electrónico, la cifra aumentaría considerablemente. Estas cantidades son un indicio de que el género, junto con los medios de comunicación masiva y otras representaciones, nutre un vivo interés en la idea y la utopía del amor romántico y que las prácticas culturales, sociales y de consumo relacionados con él son competencia de las mujeres. No obstante su popularidad (o quizá debido a ella), es un género que ha recibido mucha crítica negativa, a diferencia de otros géneros populares como la detectivesca o la ciencia ficción. El principal motivo de esta reprobación es que se trata de una literatura superficial y sentimental para mujeres, generalmente escrita por mujeres, centrada en la búsqueda de un amor heterosexual que culmina en el matrimonio o la promesa de un final feliz. Se dice que las tramas son siempre las mismas, los personajes y su interacción estereotipados, las situaciones inverosímiles porque mágicamente se eliminan todos los obstáculos que impiden la unión de la pareja. Abundan las explicaciones acerca de la afición que las mujeres sienten por este género, unas más despectivas que otras, aunque todas coinciden en que las lectoras desean escapar de su infelicidad por medio de la fantasía.
Ante esta situación, la crítica cultural feminista desde la década de 1960, ha problematizado la supuesta sencillez del género literario al mostrar que sus lectoras son astutas, exigentes y dedicadas, especialistas muy críticas de los libros, y que las autoras son sensibles a los cambios histórico-sociales, atentas a los gustos de su público y conscientes del desarrollo histórico de género, como demuestran con las referencias intertextuales de muchas novelas. La crítica también ha mostrado que el género cambia dinámicamente para responder a las transformaciones profundas de nuestras sociedades y que su público es muy heterogéneo, de tal forma que se hibridiza con otros géneros literarios como la ciencia ficción, el Western, la novela policiaca, paranormal o la fantasía y se adapta para públicos amish, afroestadounidenses, lésbicos o jóvenes. Actualmente se hacen estudios históricos de la novela rosa, análisis textuales, sociológicos y etnográficos, reflexiones teóricas y trabajos de crítica literaria convencional así como estudios sobre la novela rosa en diferentes países. Se analizan los subgéneros, la materialidad de los libros, la obra de autoras particulares o de novelas sueltas, su historia editorial y económica. La pregunta central de muchas de estas perspectivas es la siguiente: ¿la novela rosa funciona como tecnología del género porque reproduce la heteronormatividad y las configuraciones de género convencionales o es una forma de protesta, un medio para que las mujeres expresan sus deseos, problemas e inconformidades ante su situación en sociedades sexistas todavía muy desiguales?
En esta sección de la página damos muestra de la diversidad de aproximaciones al género de la novela rosa con que contamos hoy en día, así como de los trabajos clásicos sobre el tema. Lo que buscamos es mostrar que el género es mucho más dinámico y heterogéneo de lo que parece o sugiere la crítica y que amerita análisis tan sofisticados como los que se hacen de otros géneros populares.
Nattie Golubov Figueroa